1.
El conocimiento vulgar
Durante el transcurso de su historia, el ser
humano ha debido sortear múltiples dificultades, la gran mayoría de ellas
ligada al problema de la supervivencia. Y para ello ha tenido que ingeniárselas
a fin de superar, al menos circunstancialmente, dichas dificultades. Así, la
mayor parte de las respuestas que ha intentado para resolver sus problemas
vitales ha sido producto de procesos metodológicos básicos, unidos generalmente
al método denominado "ensayo y error". Que consiste en la repetición
más o menos acertada de un modelo de respuesta que, tras ensayar y errar varias
veces, da con la solución esperada.
De este modo se empieza a configurar
el primer tipo de conocimiento de que dispone el ser humano para vivir: el
conocimiento vulgar u ordinario. Este tipo de conocimiento, aunque ha dado muy
buenos resultados, al menos para un modo de vida primario y básico de
supervivencia, queda en entredicho por la cortedad de su alcance: no es posible
esperar que logremos adaptarnos a nuestra sociedad manteniendo este
conocimiento como el único o de mayor jerarquía.
En lo medular, el conocimiento
vulgar apunta a resolver todo aquel cúmulo de problemas de orden esencialmente
práctico, vale decir, da solución a problemas inmediatos y que exigen una
rápida respuesta. En este sentido, los problemas que soluciona son generalmente
simples, no piden una gran teorización ni reflexión: se vale para resolver sus
dificultades de los medios que posee al alcance de la mano y que signifiquen la
mayor economía de trabajo posible.
Así, este tipo de conocimiento, al
no proyectarse en la eventualidad de sucesos futuros, necesariamente se agota
en el acto de su propia ejecución.
Pues bien, al ser el conocimiento
vulgar o común primordialmente práctico, por tanto limitado e insuficiente para
dar cuenta de todas las necesidades del ser humano, supone la existencia de un
gran vacío de conocimientos (superiores), que debe ser remediado gracias a otro
mecanismo intelectual-cognitivo, hablamos del conocimiento científico.
2.
El conocimiento científico
Este
tipo de conocimiento es el que, fundamentalmente, da razones, es decir, explica
los porqué de las cosas (o al menos tiende a este fin). Se le puede llamar
'conocimiento objetivo', pues sobrepasa la mera opinión individual (subjetiva)
y se sitúa como 'posible de ser comprobado'.
Ahora bien, el conocimiento
científico es superior al vulgar, pero no es posible suponerlo sin éste: de las
falencias del conocimiento vulgar surge la necesidad del conocimiento
científico. Por eso diremos que la ciencia crece a partir del conocimiento
común y le rebasa.
La investigación científica empieza
en el lugar mismo en que la experiencia y el conocimiento ordinario dejan de
resolver -o siquiera plantear- problemas.
No obstante, la ciencia no es una
mera prolongación, un simple afinamiento del conocimiento ordinario. La ciencia
es un conocimiento de naturaleza especial: arriesga e inventa conjeturas que
van más allá del conocimiento común, y somete estos supuestos a contrastación
en la experiencia.
Por lo tanto, el conocimiento
ordinario o vulgar no puede ser juez autorizado de la ciencia, y el intento de
estimar las ideas y los procedimientos científicos a la luz del conocimiento
común es descabellado. La ciencia elabora sus propios cánones de validez, por
ello se encuentra en muchos aspectos bastante alejada en sus perspectivas
respecto de lo que ordinariamente aceptamos o suponemos como correcto o
evidente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¿Que te pareció la lectura?
Preguntas, comentarios, opiniones, sugerencias: